La cabaña

Luís y Carmen llevaban un matrimonio muy malo, cada uno con su pareja, pero entre ellos 2 llevaban una muy buena relación que iba más allá de la amistad. Cuando ambos tenían tiempo frecuentaban verse en moteles y no justo para dormir. Sin importarles sus parejas, solían inventar excusas para tener libre los fines de semana e irse a la cabaña. La cabaña estaba en un bosque al sur de la ciudad, era un lugar aislado donde podían divertirse.

En uno de esos increíbles días en la cabaña se citaron Luís y Carmen. En la noche hacia un frío insoportable y encendieron la calefacción, pero eso no basto para evitar entregarse a su pasatiempo favorito.

De inmediato, Carmen se lanzó a la cama y comenzó a tocarse sensualmente, Luís no se podía resistir ya quería iniciar su participación en la cama, por lo que se echó sobre ella y la desnudo muy despacio ante la complacencia de su amante, la ropa caía como las hojas en otoño, de una por una y lentamente. Una vez desnuda, Luís la tomó de la cadera y la empezó a besar por todas partes, incluso las que ella aun no conocía. Después, el amante se desvistió y tomó a Carmen, le amarró los brazos a la cabecera de la cama con su pantalón y le cubrió los ojos con su camisa.

Carmen, amarrada y ciega, apuro a Luís a iniciar el lindo juego que les gusta. Luís se volcó sobre ella y paso la lengua por partes del cuerpo de Carmen, cayendo hasta los rincones mas secretos de Carmen, esto provoco que Carmen estuviera a punto de tener un orgasmo pero Luís se derribó sobre ella comenzándola a penetrar, de una manera lenta y tibia, pero poco a poco el placer le lleno de urgencia de terminar y empezó a hacer sus movimientos mas rápidos, como embestidas de un toro. Carmen se tensaba por el placer que cada vez mas se elevaba en ella, arqueaba la espalda y se retorcía al compás de los movimientos furiosos de Luís.
El cabecero metálico se golpeaba en la pared causando la caída de cuadros y adornos. Toda la habitación temblaba a la velocidad que imponía la fusión de los cuerpos, de pronto se desprendió una lámpara enorme, golpeando a Luís en la espalda. Luís se desplomó sobre Carmen que se dijo: “¿ya habrá terminado?” por lo que trato de moverse para quitárselo, al no poder le gritó: “quítate de encima, me aplastas”, y no escuchó respuesta por lo que desesperada comenzó a clamar auxilio, pero nadie la oyó pues la cabaña era la única de ese lugar aislado.

A los dos días, Carmen murió de frío y hambre, por que la calefacción se descompuso. Los amantes murieron en el acto de su pasión, en su pasatiempo preferido. La cabaña era un lugar perfecto para los amantes, pues tuvieron una muerte soñada por cualquiera.

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